Sicariato, extorsión y miedo frenan a sindicalistas de esta área
productiva nacional. “Pranes” carcelarios y policías son señalados por
violencia armada.
El dedo acusador de quienes hacen vida en el sector construcción en
el estado Anzoátegui, apunta a señalar a policías- activos e inactivos- y
“pranes” carcelarios como responsables de la extorsión y sicariato en
este sector económico que reporta altos dividendos.
Redacción Alexis Castillo/NoticiasdeAqui.net
Una situación en nada ignorada por los cuerpos de seguridad del
Estado. Y lo admite el comandante de la Policía de Anzoátegui
(Polianzoátegui), Manuel Ortiz, quien revela la existencia de individuos
de alta peligrosidad como el apodado “el Chucho”, a quien los servicios
policiales consideran un ex presidiario responsable de sobornos,
intimidación y violencia armada por el control de obras en la entidad.
“Estamos siguiéndolo”, afirmó Ortiz, mientras se tomaba a sorbos un
café humeante en su oficina, bulliciosa y amplia en la sede del comando
general de Polianzátegui ubicada en Lechería. “No es un segundo
javielito”, rechaza tajante cuando se le pregunta si es comparable con
Javier Eduardo Gago Gamez (24), recordado por el famoso alias, quien
murió junto a seis hombres en enero de 2010, después de un asedio de
casi quince horas, desplegado por los agentes de la Brigada de Acciones
Especiales (Baes) del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y
Criminalísticas (Cicpc).
“Hay delincuentes que se camuflan de sindicatos”.
A Gago Gamez, se le identificó como el cerebro de una banda implicada
en presiones a empresarios y homicidios relacionados con cupos de
empleo. “Quieren replicar este tipo de situaciones, pero no lo
dejaremos”, enfatiza.
Pero “el chucho” no es el único que asecha y atrae la atención policial en el área de la construcción, también “hay varios grupos”, añade Ortiz. “Hay delincuentes que se camuflan de sindicatos”, remata.
Pero “el chucho” no es el único que asecha y atrae la atención policial en el área de la construcción, también “hay varios grupos”, añade Ortiz. “Hay delincuentes que se camuflan de sindicatos”, remata.
Los asesinatos en el sector construcción son un registro fijo en la
prensa regional y de circulación nacional, y dan cuenta de más de diez
sindicalistas y trabajadores de la construcción muertos en Anzoátegui en
lo que va de 2012. Los crímenes han ocurrido en los municipios Sotillo
(Puerto La Cruz), Simón Bolívar (Barcelona), Independencia (Soledad),
Anaco y Aragua de Barcelona. La mayoría de los decesos tuvo como móvil
el sicariato.
“Este equipo emite un informe con sus resultados y lo comunica a las
policías preventivas, como el caso de Polianzoátegui. Hacemos los
recorridos por las obras, hablamos con los capataces e ingenieros. Son
éstos, quienes nos detallan a qué hora llegan los delincuentes con las
pistolas en la mano, en consecuencia actuamos”.
La vulnerabilidad es la misma para todas las empresas edificadoras,
no obstante, la autoridad expresa que el resguardo lo realizan en varias
compañías, aunque “esto nos exige más trabajo”, dice.
En Anzoátegui existen siete organizaciones que afilian trabajadores
en el sector construcción, los voceros de tres de ellas coinciden en
llamar las cosas por su nombre con respecto al clima de criminalidad
imperante.
“Existen mafias policiales y el gobierno conoce esta realidad”, es lo
primero que señala José Hurtado, secretario general del Sindicato Único
de Obreros, Profesionales de la Industria de la Construcción, Vialidad,
Conexos y Similares en la entidad (Suopicvcsea). “En las obras de
construcción cobran los del Cicpc, Polianzoátegui y grupos organizados”,
añade, al tiempo que reclama la presencia de la Guardia Nacional
Bolivariana.
Las denominadas “mafias” o “bandas” que azotan el sector
construcción, se valen de todas las armas posibles para conseguir
lucrarse. El control pasa, no sólo, por introducir trabajadores a una
obra, aunque esto es apenas la punta del iceberg. Buscan tener ingresos
mensuales con todo el dinero generado alrededor de estos trabajos
públicos o privados.
Imponen el cobro de “vacunas” que deriva de la “seguridad” a los
empresarios hasta exigir una cantidad determinada en las cuotas de
empleo. Una circunstancia nociva que debilita cada vez más a los
sindicatos, y también degenera en el manejo del contrato colectivo bajo
prácticas delictivas.
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