Chávez ya venía friqueado. Su desapego con Anzoátegui es casi histórico. Sus
desencuentros con Saab son comidillas cotidianas. El mandatario anzoatiguense
dejó de ser hombre de su confianza. Por ello cuando Chávez arribó a Barcelona
en su (quizás) última visita, aprovechó para descargar en Saab y La Negra los errores de su
gobierno. Aquél regañón sorprendió a propios y extraños. Jamás imaginamos que
Chávez se jugara esa carta que a estas alturas luce peligrosa. Alguna gente
sonrió porque Chávez les dio la razón. Son aquellos que piensan que la culpa es
de otros pero jamás del Presidente. Aunque la deserción masiva del mitin a
medio camino confirma que la arenga perdió efectos hipnóticos. El rostro de
Saab era un poema y sus sonrisas no atrajeron simpatías. La Negra ni se diga. La pobre
alcaldesa de Barcelona estuvo a un tris del desmayo. Haberle negado el acceso a
la tarima en su ciudad fue un balde
inesperado de agua fría. Pero la Casa
Militar atiende solo una seña y fue no permitirle ubicarse al
lado del Presidente. Pasaron los días y no vino la calma, al contrario, las
aguas se agitan incansables en el mar político del PSUV-Anzoátegui. Los ires y
venires a la capital son incesantes. Cada quien busca arrimarse a una brasa
generosa. Y los aspirantes juegan a dos opciones: Si gana Chávez se fregó todo
el mundo. Si pierde, la dirigencia exigirá primarias o habrá rebelión. Aunque
no es santo de mi devoción creemos
que Saab sigue siendo el mejor hombre para el PSUV.
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