José Ángel Borrego.- Antes de despedirse (aún esperanzado)
Chávez ofreció indultar a todos los presos políticos con padecimientos
físicos. No dijo el Presidente que haría una selección morbosa de quienes como
él en aquél momento estaban (y están ellos aún) afectados por patologías
graves. Tal vez en un arrebato de reflexión íntima quiso aliviar penas que
afectan a tantas familias. Sea cual fuere su razón, la hubo, la expuso y murió
creyendo que sería respetada en su nombre. Pero no. El señor Maduro desatendió
esa rogatoria y respondió con sadismo la carta de aquella niña de 15 años, hija
de Iván Simonovis. No respetó el dolor de esa jovencita. No se compadeció del
sufrimiento de una hija angustiada. No tuvo piedad para con un ser humano que
apenas inicia sus pasos por la vida y debe aprender lecciones amargas de odio
de quien menos debería esperarlo. De un hombre que fue golpista y responsable
por la pérdida de muchas vidas. Pero sobre todo de un personero que dice ser
heredero del legado moral del Presidente Chávez quien en los últimos capítulos
de su vida, pretendiendo una reconciliación divina, quiso remendar entuertos
injustificables. Murió cargado de odio propio y de odios de su entorno. Pero
aún hoy sus enemigos gratuitos, aunque enfermos, viven. Pese a la gravedad de
sus males quizás sobrevivan muchos años más sin tenazas de saña enfermiza. Y
tal vez quienes siembran cizañas y esparcen amargura presientan cómo la parca
los acecha y los escucha solicitando perdón, clamando milagros, rogando preces
e intentando ser juzgados por lo que quisieron ser en la hora final.
QUE BARBARIDAD ESA NIÑA SOLAMENTE HACE LO QUE PIDASU MAMA CUANDO PASO LO SIVONOVIS ELLA APENAS ERA UNA BEBE QUE VA SABER ELLA DE LO QUE PASAO EN REALIDAD TIENEN QUE SEGUIR PAGANDO PUES NO SON PRESOS POLITICOS MATARON MUCHA GENTE Y NOSOTROS LOS FAMILIARES DE LAS PERSONAS QUE MATARON COMO QUEDAMOS SI LO LIBERAN
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