Gramma/MANUEL E. YEPE.- No es extraño
escuchar, como justificación para algún delito menor, que la corrupción y la
deshonestidad derivan de necesidades económicas insatisfechas de determinados
segmentos de la población.
Tal argumento no se
sostiene a la luz del comportamiento del opulento 1 % de la población
estadounidense que es dueño del 40 % de la riqueza nacional de los Estados
Unidos.
Aunque la estructura
financiera de la nación estadounidense —como la de todos los países
capitalistas—está diseñada para favorecer a las capas privilegiadas de la
población dueñas del capital, cada una de las corporaciones y cada
supermillonario por separado dedican ingentes recursos a estudiar las formas y
maneras de sacar beneficios de todo vericueto legal, cada ángulo y cualquier
omisión legislativa que les pueda propiciar privilegios adicionales.
Ello incluye el estudio de métodos aplicables para el soborno de políticos y otros medios ilegales o pseudo-legales encaminados al incremento de sus beneficios a costa de los recursos que dejen de ingresar al fisco para ser dedicados a objetivos de beneficio social.
Ello incluye el estudio de métodos aplicables para el soborno de políticos y otros medios ilegales o pseudo-legales encaminados al incremento de sus beneficios a costa de los recursos que dejen de ingresar al fisco para ser dedicados a objetivos de beneficio social.
En los países capitalistas
más desarrollados, los dueños de las mayores fortunas y las grandes
corporaciones sufragan equipos de talentosos expertos, con todos los recursos
más modernos de la tecnología y la ciencia, dedicados exclusivamente a trucar
los sistemas impositivos destinados a recaudar los fondos que financian la
salubridad, la educación y los servicios sociales del grueso de la población.
En cambio, los superricos
crean y operan fundaciones "sin fines de lucro" supuestamente
consagradas al financiamiento de proyectos filantrópicos, ambientales,
culturales o caritativos, (muchas veces para paliar miserias que ellos mismos
han provocado) que en mayor o menor grado encubren propósitos evasivos de
impuestos.
Es impresionante la
cantidad de trucos y deshonestidades en que incurre este acaudalado segmento de
la sociedad norteamericana para expandir sus fortunas solo mediante la evasión
de impuestos.
El periodista Dennis
Sander, en un trabajo titulado The Corporate Tax Dodgers (Los evasores
corporativos de impuestos) que publica la revista impresa y digital Freedom
Socialist en su número de agosto-septiembre del 2013, define como dos caras de
la misma moneda las acciones de evitar y las destinadas a evadir impuestos que
practican estos grandes contribuyentes.
Evitar los impuestos se
considera legal cuando la acción se ajusta a mecanismos mediante los cuales las
pérdidas y los beneficios financieros pueden ser relocalizados o reclasificados
a fin de no pagar impuestos, en tanto que la evasión sí se califica como
delito.
"Pero si observamos
los hechos por encima de las etiquetas, veremos que prácticamente no se
diferencian".
Se estima que el 50 % del
comercio mundial pasa por los llamados paraísos fiscales que son países, o
zonas dentro de países, libres de impuestos o con impuestos muy reducidos.
Suiza, Bahamas, Islas Caimán, Singapur, Hong Kong y Holanda se citan como los más
conocidos, pero hay más de 80 de ellos en el mundo y mueven entre 21 y 32 mil
millones de dólares cada año. La cifra no es exacta porque los capitales de la
elite mundial que por ellos transita requieren de gran discreción, cuando no de
absoluto secreto.
Sanders cita el caso de la
corporación Apple que el pasado año trasladó 100 mil millones de dólares a una
subsidiaria en Irlanda para evadir impuestos sobre utilidades. O el del
multimillonario presidente de Mi-crosoft, Bill Gates, cuya gigantesca Fundación
Gates le ahorró, solo el pasado año, 18 mil millones de dólares mediante
operaciones de "ayuda" filantrópica a África.
Hace notar el
periodista-investigador Dennis Sanders que hay una gran variedad de formas que
se utilizan para estimar las pérdidas de ingresos al fisco que causan los
paraísos fiscales. "Por ejemplo, solo en el año 2011, las finanzas de los
estados que forman parte de los Estados Unidos perdieron en su conjunto $39 mil
millones (dólares) y el Gobierno Federal dejó de ingresar $150 mil millones,
según estimados conservadores basados en tasas de ganancia bajas".
De hecho, se promueve una
"competencia fiscal" entre países, ciudades e incluso regiones de un
mismo país por ver quién ofrece mayores beneficios fiscales y otras ventajas al
capital peregrino. Ello se suma a los esfuerzos del Fondo Monetario
Internacional por hacer que los países subdesarrollados liberalicen sus
sistemas tributarios para hacerse más competitivos y atraer o mantener nuevos
negocios.
A esto, agréguense otras
deshonestidades en la contabilidad tan reprochables como las citadas,
imputables a los insaciables dueños del capital, y compruébese que no son los
pueblos —ni los más menesterosos— los que promueven la corrupción y los delitos
económicos.
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