UTOPÍAS DE BORREGO: Cheo Michelangeli

José Ángel Borrego.- Hace escasos días, el domingo en que se incendió un área de PDVSA en Puerto La Cruz, fue la última vez que conversé con Cheo Michelangeli. Más de dos horas de grata y aleccionadora conversación en la que aludió un asunto que quise ahondar otro día: dijo Cheo que Anaco como potencial gasífero es un fraude que le vendieron a Chávez. Cheo dominaba muchos temas, pero dos de ellos con apasionada sabiduría: su profesión de Ingeniero de Seguridad con el conocimiento de La Industria y la Historia de Venezuela. De ambos me ofreció cátedras bien documentadas. Pero hizo énfasis en el aspecto de la seguridad en instalaciones petroleras a las que él percibía con extrema deficiencia.

 Minutos más tarde ardió Troya en la refinería y al ofrecerle yo, ubicado cerca, una visual de lo que acontecía (fuego de extraña intermitencia) Cheo aseguró tajantemente, “Si cuentan con mínimos recursos esa llama se apaga en un par de horas”. Y así sucedió aunque Ramírez haya ofrecido versiones ególatras del logro. Cheo era así. Serio en el ejercicio de su sapiencia y lapidario en la emisión de sus juicios. Sirvió toda su vida a la industria petrolera y su hijo Juancho que heredó similar vocación hubo de marcharse a lejanas tierras del Oriente Medio porque el apellido lo vincula con la paranoia que pervive en PDVSA. Por allá medra feliz en todo sentido y prodiga su fundamental experiencia a naciones que saben valorar sus méritos. Palabras que aspiro sean similares a las que pronunció Cheo para explicar el exilio de su hijo, aunque sin ápice de rencor ni frustración. Al contrario, Cheo fue un hombre realista, honesto en su vida y en su pensamiento y muy ajeno a la pompa que pudo haber disfrutado asaz. Un venezolano valioso.