martes, 6 de enero de 2015

Divulgan plan conspirativo para derrocar al gobierno el 24 de enero: señalan a 17 gobernadores involucrados bajo el auspicio de los EEUU

Última hora: Un destacado personaje de las esferas de la sociedad venezolana, vinculado a un importante medio impreso de cobertura nacional, y a la izquierda venezolana,  ha dejado "colar" una conversación  que mantuvo con un alto funcionario -el cual no es identificado plenamente en la transcripción- la cual gira entorno a un presunto "plan conspirativo" para sacar del poder al Presidente de la República. Sin embargo, durante la conversación, que llegó a nuestra sala de redacción de manera anónima,se  pueden leer nombres, lugares e incluso ofrecimientos que los presuntos conspiradores estarían haciendo con el fin de sumar fichas claves para esta nueva intentona golpista, planificada con detalle para el venidero 24 de enero. Sean ustedes quienes juzguen la autenticidad del material que transcribimos a continuación.


"Los conspiradores...

Hay tres clases de conspiradores: el conspirador que conspira; el conspirador frustrado, que no se mete en las conspiraciones pero vive deseando su triunfo; y el «presunto conspirador» (así lo llaman los boletines oficiales), un pacifico ciudadano a quien llevan a la cárcel preventivamente cada vez que es debelada una conspiración.

El único interesante, a mi juicio, es el  conspirador que conspira. Se ´trata por lo general de un señor vestido de negro, padre de familia, muy circunspecto, fumador de puros, con un diente de oro. Lo encontramos en el hipódromo, en las cervecerías, en la misa de las  once de San Francisco, en todas partes. Se nos acerca, mirando preventivamente a diestra y siniestra, para decirnos a media voz:

—Tenemos una bolada segura para fines de mes. ¿Quieres entrar?

Usted, soltero, cívico, epicúreo, le pregunta:

—¿Qué clase de bolada? ¿Niñas decentes o de las otras?

Entonces el conspirador lo mira severamente, cual si le reprochara un pecado mortal, y le aclara:

—¡Qué niñas vivas ni que niñas muertas! un alzamiento formidable es lo que tenemos entre manos. Hemos hecho contacto con diecisiete estados de la República. No podemos fallar.

—¡Caracoles! —exclama usted palideciendo—. Pero eso de alzarse es muy peligroso. Además yo no soy político, nunca me ha interesado la política.

El tipo se empeña como un vendedor de seguros.

—¡Qué va a ser peligroso! Esta gente está caída. Es como darle un palo a un borracho, amigo mío piense usted en el porvenir, en el futuro de sus hijos. Le ofrecemos la aduana de Guanta.

—Pero, señor —argumenta usted a la defensiva—. Si yo no sé ni una papa de aduanas. Eso es una locura.

—Le voy a explicar. El 24 de enero a las seis de la mañana nos alzamos simultáneamente en todo el país.

Contamos con seis cuarteles. Mientras tanto el General López invade por Coro con Rafael Simón y León  Jurado,  o por Carupano con Luis Gerónimo Pietri, o por Catia la Mar con Sayago.  De repente vuelan cinco aviones por encima de la Sabana del Blanco que es la señal de que ya Betancourt se ponchó. Se constituye en el acto la Junta de Gobierno y usted recibe su aduana. ¿Qué le parece el plan?

—¡Horrendo! –responde usted muy asustado— y no me siga dando más detalles porque si me ponen un suiche en la nuca lo canto todo, yo me conozco.

Pero el hombre es irreductible:

—Ya tenemos ofrecido el reconocimiento de tres potencias Trujillo, Franco y Perón. En cuanto a los Estados Unidos, al garantizarles el fusilamiento del ministro Pérez Alfonzo y el libre incremento de las concesiones petroleras no hay más que hablar. ¿Entra o no entra?

—Pues no entro de ninguna manera

Solamente entonces el tipo se aleja sin inmutarse a conciencia de que hizo lo que pudo como el vendedor de seguros cuando le falla un probable cliente, como el billetero que no logró colocar el número que le sobraba.


Reconozco que en otros tiempos me causaban cierta gracia los conspiradores. Los sentía tan ligados a nuestro acervo histórico como los corsés de señoras, el vals «Adiós a Ocumare» y las picardías de Antonio Locadio Guzmán. Pero finalmente les tomé ojeriza cuando observé que mucha gente les creía a pie juntillas. Se cierran los bares, no hacen operaciones los simpáticos corredores de bolsa. Las muchachas se niegan a salir de noche con uno, todo por culpa de la alarma que ellos siembran. Además, uno no puede escuchar el cándido estallido de un neumático sin gritar aterrado:

—¡Ay, mi madre! ¡Me rindo!

En el presente opino que es preciso adoptar medidas cívicas contra los conspiradores, en defensa de la economía del país y de nuestro sistema nervioso. Organizar, por ejemplo, sindicatos que le tiren trompetillas en las esquinas, tal como lo hacíamos nosotros en nuestra infancia con «Chivo Negro» y «Cucarachero», personajes populares e inocuos.
Por lo demás, no hay que preocuparse. Si escudriñamos  fondo la historia de este país, encontraremos que el setenta y cinco por ciento de los conspiradores han sido espías del gobierno.

Miguel Otero Silva; 1947




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