Pese a su buena experiencia al frente de Súmate y conocedora, o al menos eso colegíamos, de avatares estratégicos para arraigar nominaciones, la diputada María Corina Machado, en quien desde hace tanto percibíase su intención presidencialista, desaprovechó los mejores vientos para inscribir su nombre en el firmamento candidatural. Pecó de divismo porque en la apertura de la nueva Asamblea Nacional parecía ser la estrella en un espacio opacado por la mayoría oficialista y rechazó invitaciones idóneas para ese objetivo conminándonos a pensar que había apaciguado su cupular apetencia. Pero no. Erramos. María Corina sorprendió, pero por el retraso en postularse al fragor electoral opositor, cuando ya, al menos en el papel, las posiciones están comprometidas con otros actores. Cuando cada estado del país o cada ciudad importante han recibido flirteos de seducción por los diversos actores del compartido corro.
Y aunque María Corina es una mujer muy bella, muy intelectual, muy preparada académicamente y muy bien dotadas sus alforjas, ha debido captar aquella onda mágica que la envolvió cuando sus posaderas enaltecieron la curul lograda en excelente lid dejando varios rojitos cuando menos bizcos y sin fuero. O cuando el Presidente Chávez, no pudiendo resistir la tentación de saludar a una bella dama, le rindió honores y pleitesías frente a un país cautivo de la pantalla chica para ser testigo de un evento casi inédito o casi olvidado por la monocromía que signó hasta esa mañana al parlamento.
Ese era el momento de María Corina. Ni antes ni después. Y los grandes partidos temblaban casi visiblemente ante la probabilidad de que María Corina se lanzara al ruedo anticipadamente y dejara a todo el mundo opacado por su estrellato. Aquél fue el instante perdido por María Corina, tanto que el Presidente hubo de curarse en salud diciendo que le gustaría traspasarle el mandato a una mujer.
Con seguridad no pensaba en Cilia, ni en La Fosforito ni en las damas del Poder Moral. No podía confesar su afecto por María Corina pero era su opción. Y habría sido una opción abrumadora de no haberse solazado ella tanto tiempo.
Desde la Mesa de Redacción del periodísta José Ángel Borrego