El Presidente retornó a La Habana. Tenemos que llegar a la
conclusión de que a Chávez le encanta mantener al país en
ascuas y que al venezolano, en especial de oposición, le fascina que el
Presidente lo vacile. Primero se mantuvo sin aparecer por varios días y luego
coge su avión y se marcha. En el primer lapso hubo comentarios para todos los
gustos. El más morboso el del Padre Palmar de quien no sabemos si decidió
ahorcar los hábitos externamente porque en su interior lo hizo desde que Chávez
lo ignoró. Palmar desarrolla ciertos aspectos derivados de la enfermedad, no
del Presidente sino desde su ángulo patológico en general y las aplica con mal concebido
deleite a Chávez. Disfruta Palmar y eso se colige de sus comentarios en twitter
sobre las penurias del Presidente y como es posible que la realidad no le
alcance hiende hasta lo más profundo su puñal fétido de hiel. ¡Qué cristiano..!
Pero haciendo abstracción de estos y otros “análisis” que nos llegan por todas
las vías, la verdad parece ser que el Presidente va camino a su próxima etapa
de terapia y que contrario al deseo de unos cuantos, particularmente muchos que
le dieron sus votos, retornará para juramentarse de nuevo el venidero 10 de
enero en la AN. Que no
haya querido remozarse en Caracas es su decisión. Quizás confía más en Fidel
que en muchos de quienes lo rodean.
ACLARANDO
Habíamos decidido enmudecer la
PC. Creemos que carece de sentido seguir machacando sobre aspectos que parecen
carecer de sentido. A las personas a quienes nos dirigimos no requieren
orientación alguna sobre la manera de proceder ante su país. Las personas que
no nos leen consideran que este país, que pareciera no serles suyo, debe
marchar al ritmo que le imponen quienes lo han enajenado inconsultamente. O
peor, que luego de consultar proceden en sentido absolutamente inverso
despreciando con ello la decisión de ese país que cada vez más aceleradamente
está perdiendo su perfil, para semejar un remedo de viejas políticas que solo
quedaron para filmes históricos. Es decir, hacemos un diálogo entre dos partes
separadas por el incomprensible muro de la incomprensión. Y protagonizada la
conducta involucionista por un líder que pudo transformar positivamente al
mismo país al que nos referimos, que más que obvio imposible, no siente como
suyo. Y ante las insistentes interrogantes sobre qué hacer no encontramos
respuestas porque la dirigencia de este lado del muro permanece inconmovible
ante las evidencias de sus erróneos andares y corremos el doble riesgo de
perderlo todo. Ante ello hemos estimado más cómodo enmudecer, escribir sobre
vaguedades teñidas por frustraciones inocultables y antes que ser opinadores
seremos reporteros: usted habla, yo escucho. Algún día dejaremos de
involucionar, al menor intelectualmente.
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