José Ángel Borrego.- Dentro de ese dédalo intrincado en
que se ha convertido casi todo lo que nos afecta como ciudadanos del País
Bolivariano, tropezamos con situaciones frente a las cuales dudamos entre reír
o llorar. Son tantas y tales que hemos optado por endurecer la tertel y
hacernos los locos. “Algún día todo
volverá a la normalidad” me dice a título de aliento un amigo a quien
presumo convencido de que nada volverá a ser lo mismo, primero porque tampoco
quisiéramos que así fuera y luego porque la “normalidad” es un estatus tan
subjetivo que hasta resulta inconveniente. Pero hay pequeños detalles, por
calificarlos de alguna forma, que nos obligan a menear la testa de un lado a
otro en alegoría silente del asombro que ocasionan. Antes comenté que en un
súper mercado boliviano, al que “visitamos” gracia a imágenes de Telesur, vimos
en sus anaqueles a la prestigiosa Klim
y obvio no escasea la leche venezolana en varias marcas, tanto en latas como
bolsas. Ese rubro, junto a varios otros, desapareció tiempo ha del abanico de
ofertas que mostraba nuestro país. Ahora cuando viene, generalmente escoltada
por efectivos de la Guardia Nacional
o del Ejército, se generan colas inmensas de personas, bajo el inclemente sol y
en veces soportando aguaceros que aceptan estoicamente con el fin de comprar
máximo dos kilos del lácteo polvillo. ¡Y sorpresa..! Comenta una persona que
estuvo hace dos días en un super-market de Miami que lo primero que vieron sus
ojos fueron centenares de empaques de leche venezolana, marca “Los Andes” de
esas que orgullosamente recuerdan que son “Hechas en Socialismo”. Pa’Miami
muchachos..!
Bueno, ¿acaso no estamos en revolución? eso significa cambio, entonces estamos cambiando lo bueno por lo malo, acuérdense que ser rico es muy malo (¿estarán convencido de eso los boliburgues?)
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