José Ángel Borrego.- Dicen que al mejor cazador se le
escabulle una liebre. Observado el panorama dentro del PSUV-Nacional, con el envío de los más
connotados líderes del partido de gobierno a ocupar gobernaciones, el
Presidente Chávez desmanteló literalmente la cúpula dirigente de la maquinaria
roja. No vemos en el panorama del partido oficial alguna lechigada que sea
capaz de reemplazar, por ejemplo, a Aristóbulo Istúriz, Francisco Arias
Cárdenas, Francisco Ameliach, Ramón Rodríguez Chacín y Yelitza Santaella; e
incluso a personajes de la talla de Vielma Mora, Tarek El Aissami y algún otro
que se nos relega en la memoria. Nosotros que hemos sido testigos presenciales
de la historia política de este país en los últimos 50 años no conocemos de un
desmantelamiento político de tal trascendencia. Pero más grave, si AD o COPEI
lo hubieran hecho no habría sido tan notorio el desfase porque en esos partidos
siempre hubo buenas generaciones de relevo o en la antesala de bateo. Caso
contrario al PSUV que tal vez por la febril acción que Chávez imprimió a la
gestión de su partido y a la casi veintena de procesos electorales que fueron
realizados en estos últimos 14 años, no hubo tiempo para formar nuevas camadas
con perfil de liderazgo. Y la experiencia de un Istúriz, por caso, no se
improvisa de ayer para mañana. Si el PSUV piensa a largo plazo se verá obligado
a replegar a sus generales antes de que las aguas desborden la capacidad del
represamiento que pudiera existir en la menguada fortificación capitalina
posterior a las elecciones de diciembre pasado. Para mañana pudiera ser tarde.
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