José Ángel Borrego.- Aseguró Henry Kissinger en su auto-biografía haber
comprobado que el poder es afrodisíaco. Damas que antes de ser Secretario de
Estado no lo veían ni con desdén habían luego desfilado por sus sábanas.
Churchill dijo que el poder hay que administrarlo con mucha paciencia porque
tiende a desesperar. Roberto Bolaño acuñó que todo político con poder es capaz de
aplastar montañas con sus saltitos. Otros han dicho que el poder causa
insomnio, cefaleas, calvicie, obesidad, inapetencias amén de muchas
distorsiones físicas y síquicas. Pero nunca habíamos escuchado que el poder
ocasionara algún desquiciamiento.
Eso de inventar un vice ministerio “Para
la felicidad suprema del pueblo” no encaja en nuestra pobre entendedera
o colide con ella cuando aspira ser absorbida. Decretar la felicidad va más
allá de todo lo que habíamos escuchado. Al menos aquél ministro Machado de las
épocas de Luis Herrera ideó el Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia
y aunque fue objeto de mofas en suelo patrio, resultó acogido por chinos,
japoneses, hindúes y otros países de Oriente medio y lejano. Y no es que esté
vedado desde el poder ofrecer felicidad al pueblo. Según Simón Bolívar, es la
principal misión del gobernante. Pero El Libertador jamás imaginó que ese estado
de dicha podría lograrse mediante decreto: Sea feliz y ya..! Qué poco
imaginativo era Don Simón en cuanto al Socialismo.
Avece visto tamaña estupidez, "la felicidad por decreto", cada día nos convencen mas que este gobierno cree de que está al frente de una masa de ignorantes, carajo, que equivocados están. LO que están haciendo es cavar su propia sepultura
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