José Ángel Borrego.- Es más confiable un pillo redomado
confeso que un ladrón de cuello blanco con ínfulas de honorabilidad. Igual
sentimos más respeto por un político que acepte sus errores, que uno guabinoso
endosando su (i)rresponsabilidad a terceros. Escuchamos a Freddy Bernal y
rememoramos algunos capítulos de “La Cuarta” donde hubo hasta presidentes
aceptando haber sido engañados por la banca, por caso, y otros políticos
confesando haber cometido errores. Ayer el diputado Bernal, uno de los más
conspicuos líderes reales del PSUV, invitó a sus compañeros, sin hacer
concesiones de ningún tenor, a
reconocer que se ha ocurrido en pifias como haber nacionalizado empresas para pervertirlas y otros tiros que podrían convocar a un análisis reflexivo interno en el PSUV. Creemos que Freddy Bernal hizo diana con sus autocríticas y a las puertas de un Congreso del partido de gobierno, Bernal inscribe un mensaje que no debería banalizarse. Al contrario, es la ocasión para que quienes se sienten (y se saben) aludidos ofrezcan las respuestas adecuadas para moralizar al país. Ignoramos si Freddy tiene la fuerza necesaria para obligar a quien posee la información sobre las empresas de maletín que ocasionaron ruidos, salidas de altos funcionarios y temores, a colocarlas sobre el tapete de la opinión pública. Más bien lo dudamos, porque pese a la posición radical de Bernal es posible que los tentáculos de esa pandemia hayan traspasado límites que la “cordura política” y el instinto de “preservación de la especie” aconsejen no retar. Pero alguien distinto al “chinito de Recadi” debe asumir imputaciones, que aunque extremas, lo señalen. No es factible que el pez más gordo muerda el anzuelo (porque además está bien obeso) pero sí es posible que haya especies más suculentas que las cándidas sardinitas para ofrecer el país la convicción de un mea culpa que conlleve a la más ejemplarizante profilaxia de la administración pública.
reconocer que se ha ocurrido en pifias como haber nacionalizado empresas para pervertirlas y otros tiros que podrían convocar a un análisis reflexivo interno en el PSUV. Creemos que Freddy Bernal hizo diana con sus autocríticas y a las puertas de un Congreso del partido de gobierno, Bernal inscribe un mensaje que no debería banalizarse. Al contrario, es la ocasión para que quienes se sienten (y se saben) aludidos ofrezcan las respuestas adecuadas para moralizar al país. Ignoramos si Freddy tiene la fuerza necesaria para obligar a quien posee la información sobre las empresas de maletín que ocasionaron ruidos, salidas de altos funcionarios y temores, a colocarlas sobre el tapete de la opinión pública. Más bien lo dudamos, porque pese a la posición radical de Bernal es posible que los tentáculos de esa pandemia hayan traspasado límites que la “cordura política” y el instinto de “preservación de la especie” aconsejen no retar. Pero alguien distinto al “chinito de Recadi” debe asumir imputaciones, que aunque extremas, lo señalen. No es factible que el pez más gordo muerda el anzuelo (porque además está bien obeso) pero sí es posible que haya especies más suculentas que las cándidas sardinitas para ofrecer el país la convicción de un mea culpa que conlleve a la más ejemplarizante profilaxia de la administración pública.
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