El mejor termómetro para entender
hacia dónde van los tiros de la fiebre de paz que se suda en Colombia es leer,
oír y seguirle muy de cerca los pasos a
Juan Manuel Santos, pues él es quien mejor los transpira. Toda la
tramoya de esta aventura, sin previsible capítulo de cierre, pasa por su mente
y su hígado. El fin del conflicto es su
razón de ser. Destino, gloria, abismo, ya qué importa. Él ha deshidratado a su
país en un desmedido desierto de utopía y éste se le ha plantado crítico,
atravesando estados reactivos de tolerancia primeriza, escepticismo y
desilusión, llegando hasta el rechazo sustantivo de hoy.