Existe coincidencia antropológica y
política sobre la protección que se debe a las costumbres, folclore y otros
aspectos propios de las poblaciones indígenas ancestrales. Muy cierto y en ello
coincidimos. Sin embargo dentro de esa “carpeta tradicional” se incluyen
acciones que no pueden ser respetadas como las jerarquías tradicionales,
penalizaciones y discriminaciones existentes. Y es imperioso que “el hombre
blanco” transmita al aborigen los procedimientos que deben reemplazar a feos y
hasta criminales eventos propios de sus antepasados. Eso se ha hecho y ya no
son admisibles, por ejemplo, los juicios a indígenas eludiendo en especial la
legislación penal. Pero falta mucho terreno por hollar. Las mujeres waraos son
convertidas en pordioseras por sus maridos quienes se enchinchorran todo el día
a la espera del producto de la mendicidad. Y se susurra que hay una mafia detrás de este estilo de esclavitud a que
se somete al componente femenino de la tribu desde muy tempranas edades. En
Barcelona se ha optado por cederles un terreno a orillas del Neverí para
brindarles similitud con Delta Amacuro y alimentar deprimentes espectáculos que
desdicen mucho de quienes como autoridad optan por el facilismo. En veces se
les devuelve a sus tierras a la fuerza pero de inmediato retornan a ocupar sus
“nuevos espacios”. Habría que buscar una forma de impedirles pordiosear
cerrando así el grifo de dinero que financia a los “machos” de la tribu,
combinada esta medida con procesos educativos que conjuguen lo tribal con la
realidad que los rodea.