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viernes, 9 de septiembre de 2011

UTOPIAS DE BORREGO: PLAN B


Cualquier organización y con mayor razón las políticas, en el momento en que definen las estrategias diseñan un “Plan B” porque puede ocurrir lo inesperado. Máxime si se refiere a alguna elección en donde las únicas opciones son ganar o perder. En consecuencia el elector espera que cada competidor diga qué hará si gana y cómo actuará si pierde. Son cuatro escenarios diferentes. Porque en el Caso 2012, el triunfo no será igual para uno y otro. Ni la derrota tampoco. De manera que ambos factores, gobierno y oposición, deberían informarle al país cuál será su comportamiento ante cada escenario. 
 
Como suponemos que presenciamos un juego democrático cabe esperar que el gobierno, más serio e institucionalista que sus generales, aparte de jurar que aceptará los resultados (sean cuales fueren) nos diga qué harán Chávez y el PSUV en el futuro inmediato. Cuáles son los plantes a corto, mediano y largo plazo. Si pierde la apuesta, qué tipo de oposición le espera al nuevo presidente. Y cómo contribuirá al normal desarrollo del acontecer en el país entre muchas interrogantes más. Y la oposición debe decirnos cómo manejaría una posible victoria. Y cuál será su más inmediata reacción. 
 Pero también debe prever una probable derrota y señalar cuál será la actitud del liderazgo opositor. Lo que sí es importante para ambos es que el país ya no soporta más perorata. Cada discurso debe contener un Plan de Acción. Algo que los venezolanos podamos evaluar para saber si se trata de nuevas ofertas engañosas como las que hemos engullido en estos 52 años de extraña democracia, o si por el contrario alguien se enseria en este país. 
 Es preciso conocer qué harán, uno y otro, con la inseguridad. 70 muertes en un fin de semana y sólo en Caracas supera la cifra de cualquier conflicto bélico. 16 actos delictivos violentos en 17 horas en la zona norte de Anzoátegui no son para discursos. Necesitamos conocer el Plan B. Es posible que los actores no generen la emoción mínima para convocar al máximo de pueblo a votar. Un buen proyecto puede ser el mejor discurso. Un proyecto que interprete la angustia del elector y lo conmine a decidirse.
Tomado de la mesa de trabajo del periodista José Ángel Borrego