Hoy dejó de existir el educador Raúl Quero Silva. Un visionario que tuvo la virtud de aparecer en el momento preciso en que el país lo necesitaba. Desde sus épocas en la universidad supo visualizar el grave problema que atravesaría el estudiantado venezolano cuando quisiera acceder al tercer nivel y tropezara con los diversos problemas que presenta el Sistema Nacional de Universidades Públicas, entre los cuales, para aquél momento, comenzaba a hacer agua el cupo. Que aunado a una lucha estudiantil poco cívica puso en jaque a miles de muchachos que vieron perdidos varios semestres en nombre de una forma nada universitaria de enfrentar la problemática de esas casas de estudio. El Dr. Quero Silva entendió que la única respuesta estaba en ampliar oportunidades dentro de la Educación Privada. Porque además sabía que los gobiernos no tenían en sus manos (presupuestos) la prioridad de la educación como hasta ahora acontece. A fin y al cabo los muchachos son protestatarios por esencia y no son votos seguros; o mejor, son muy difíciles de conquistar con argucias políticas para analfabetas. Todo eso, imaginamos ahora, pasó por la mente del Dr. Quero Silva cuando se lanzó a lo que muchos creyeron era una aventura insensata. Y desde luego los inicios no fueron nada fáciles. Había que ser un titán para resistir la embestida económica que traduce un esfuerzo de la magnitud de crear un Instituto Universitario en un mercado que desconocía esa opción. Y luego atraer equipos de trabajo escépticos ante el panorama que significaba la cruzada de Quero Silva. Pero cuando los frutos comenzaron a despedir aromas de éxito más de uno puso zancadillas al Dr. Quero y hasta presidentes de la república se hicieron eco de consejas contra este iconoclasta para tratar de apartarlo de un camino que se tornó atractivo para los rolo’evivos de siempre. Pero Raúl Quero luchó hasta ayer, aun enfermo, aun privado de sus impetuosos designios y aun sabedor de su suerte. Si fuéramos honestos con nuestra conciencia tendríamos que aceptar que triunfó en la más elevada acepción de esta palabra. Su legado no puede ser calibrado sól.