Que recuerde al único que siempre le quedaron simpáticas las intemperancias verbales fue a Cassius Clay. “Bocazas” lo mencionaban dada la incontinencia de su locuacidad especialmente en los momentos previos al combate. Pero era que también, casi por regla general, cumplía con las profecías respecto al round en que haría rodar por la vía del KO a su oponente. Además Alí era un tipazo en toda la amplitud de la palabra. Un ícono de la humanidad que supo inscribir su nombre con mucha hidalguía. Otros bocones no han hecho ni hacen más que meter la pata. Al obtener su primera (y única) corona en la gran carpa, Guillén declaró que amaba a Hugo Chávez.
Para el deportista puro es sacrílego que sus ídolos se embadurnen de lodo político y para quienes lo somos solo a través de las páginas del diario sentimos cierta angustia que nos obliga a ponernos como picados de culebra cada vez que vemos a Guillén. Sin embargo no por ello le deseamos más que el mayor de los éxitos, porque al fin y al cabo es un atleta venezolano que encumbra nuestro gentilicio en el mejor béisbol del mundo. Valga citar que mientras estuvo en Chicago aprovechó las ventiscas de esa bella ciudad para pregonar sus chistes malos y sus posturas arrogantes. La prensa no lo silenció porque para el americano primero el béisbol y después el béisbol.
Ahora, recién llegado a Miami, habiéndose ganado el aplauso, el afecto y la admiración de un pueblo impregnado de cubanismo hasta la médula, Oswaldo Guillén comete la burrada de confesar que ama a Fidel Castro. Soltar la lengua nada menos que en el Times para proclamar su admiración por el dictador caribeño que tanto daño ha ocasionado a su pueblo. Y aunque ahora pretende recoger las velas de su errática nave parlanchina, ya esta hizo aguas por doquier y va rumbo al naufragio. La gente de Miami, por obvio, no cree en el acto de contrición de Guillén. Aun después de haber pedido perdón con lágrimas en los ojos (¿a quién le recuerda?) los cubanos siguen pidiendo su cabeza y no tiene nada de extraño que se las ofrezcan. El público que colma el estadio de Miami es latino en un 90 %. Y hasta el gringo que hace el restante 10 % es anticomunista. ¿Se sacrificarán los Marilns por Guillén? No lo creemos.
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