José Ángel Borrego.- Si algo demostró el proceso del
domingo 16 fue la casi absoluta ausencia de liderazgos en todo el país. Apenas
el Cacique Guarulla y los gobernadores Falcón y Capriles sacaron la cara por la
oposición. Y frente a la inmensa realidad el coloso Hugo Chávez. Ahora la
oposición tiene el reto de encontrar el camino. Camino que existe pero que por
diversas razones está solapado tras matorrales de ventajismos, de populachería
y de otros vicios que corroen y corrompen a los partidos. Siluetas con perfil
de liderazgo medran en todos los estados, pero han estado apabullados por rémoras
que al creerse mesiánicos, aun a punta de billete, impiden la emergencia de
factores novedosos. En AD, por citar un ejemplo, Henry Ramos, sabiéndose
minusválido ante gente como Marquina, Luis Emilio y otros, optó por podar el
futuro del partido y que los “insurgentes” se marcharan. Y lamentable, pero
esos líderes que hoy podrían reclamar la vanguardia blanca aceptaron
atrincherarse en un partido (UNT) que carece de brújula. Sin embargo las
derrotas ofrecen dos opciones: o corres o te encaramas. O se acepta el
resultado con resignación o se acoge con hidalguía y se reinicia el camino en
la búsqueda de la victoria. Para ello es preciso que los partidos acepten que
no son el non plus ultra de la realidad y que la sociedad civil posee muchos
valores en los que pueden apuntalarse los venideros retos. Aquella odiosa y
oprobiosa repartición del botín parlamentario y edilicio entre analfabetas
propios debe dar paso a la convocatoria inteligente.
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