Cuando se es periodista, aun en trabajos de opinión bajo su exclusiva suerte, se obliga uno a ser objetivo al máximo posible. Por ello mis pacientes lectores me habrán leído aplaudir al Presidente en ocasiones en que creemos ha tomado una decisión de grandes ligas que excede al ajetreo presidencialista. Hemos sido igualmente asépticos con ministros como Nicolás Maduro, que asumiendo una posición que por su estándar básico podría quedarle holgada, lo ha hecho de manera aceptable. O Elías Jaua, quien instruido para ser agresivo, permean a su favor buenas actitudes cívicas.
O Rafael Ramírez que jamás pierde la compostura. Aunque cada uno también reciba señalamientos cuando creemos lo ameritan, los cuales, en nuestro caso, pretendemos hacer civilizadamente porque nuestros doctores aseguran que el rasero intelectual se mide por arriba. De allí que nos causó, no extrañeza, lo confieso, pero sí alguna decepción cuando leímos que el ministro Maduro, tirando al fango la majestad de Canciller de la República , utiliza un léxico deleznable para intentar chapuceramente disminuir la personalidad del candidato de la oposición democrática venezolana. Yo habría aceptado lo de “sifrinito” porque como decía Leopoldo Espinoza Prieto, no es más que “cochina envidia”. Y lo de derechista por cuanto no traduce ningún yerro moral. Pero el calificativo homofóbico carece de sentido y podría traducir otra “cochina envidia”. El país no soporta más ese lenguaje cuartomundista de algunos de los gerentes del gobierno y de la política. Y cuando decimos “el país” no exceptuamos a la gran mayoría de la dirigencia oficial que imaginamos frunce la cara cuando escucha procacidades de tan baja ralea aunque deba mantener temeroso mutis previniendo cualquier sapeada.
De verdad, insisto, nos decepciona el señor canciller. Era uno de los personeros que apuntábamos como sucesor natural del Presidente entre otros factores porque se había fajado poco en el cuadrilátero del oprobio político y aun sin experiencia en la materia creo que lo había venido haciendo aceptablemente en tan difícil condición ministerial pero olvidó que un canciller está en la mirada del universo y debe actuar como líder de la diplomacia y los buenos oficios.
Tomado de la Mesa de Redacción del periodista José Ángel Borrego.