UTOPÍAS DE BORREGO: CARTA DEMOCRÁTICA

José Ángel Borrego.- No solo es signataria, sino que por pruritos específicos se convirtió en defensor a ultranza de las estipulaciones democráticas de todos los acuerdos multilaterales. Esa vocación legitimó su código genético en los sucesos del 11 de abril con el “Carmonazo” y asumió características irreversibles con la destitución de Manuel Zelaya en Honduras. Tanto que hasta hoy el presidente Porfirio Lobo arrastra retaliaciones incoadas por Chávez. Posteriormente Fernando Lugo en Paraguay, destituido por el Congreso de aquél país dentro de marcos previstos en la Constitución lo que no ha sido óbice para conjurar la “cayapa democrática” contra Federico Franco encabezada una vez más por Chávez con Nicolás Maduro megáfono en ristre. Ahora es Venezuela, un país con tan presumible urticaria institucional, quien enfrenta una situación que colide con el espíritu democrático de la OEA que a partir de hoy discutirá cómo zanjar el extraño vericueto en que se ha sumido nuestro país ante la afonía y la intangibilidad del Presidente Chávez (por una parte) y la presunción de que alguien gobierna tras bastidores sin tener consentimiento personal ni legal del Presidente. La OEA podría exigir que Chávez acepte un close-up ante las cámaras internacionales para calmar los ánimos de la secuencia democrática. “La salsa que es buena para el pavo…” es aplicable en esta ocasión a quien salpimentó las pavas antes calcinadas. Y aunque Chávez controla la mayoría de la OEA vía Petrocaribe, nadie garantiza a los países beneficiarios que esta manguanga se mantendrá en el tiempo inmediato. Será mejor poner las barbas en remojo, pensará más de un jefe de Estado, aun con la cara que exhibió Evo cuando hubo de retornar a su país, triste, no por el estado de Chávez, sino por llevar las manos vacías.