…se
esnuca”, reza
un refrán venezolano y Maduro lo está comprobando en
carne propia.
La noche del 14, el mismo día electoral, una vez conocidas las cifras del CNE,
el señor Maduro, ante el reclamo de su contrincante prometió (con un vozarrón
que resultó premiado por los aplausos de su público) que aceptaba la apertura
todas las “cajas” y el reconteo todos los votos. “Uno por uno para que no quepa la menor duda de la legitimidad de este
triunfo…”. Quienes no somos tan analfabetas en política (y en tantos otros
campos) como Maduro acusamos un tic de asombro. No es difícil imaginar el salto
que dieron, entre otros (aunque muy pocos esos otros) Jorge Rodríguez, Diosdado
Cabello y Aristóbulo Istúriz cuando escucharon esa “barrabasada” del recién
ungido presidente de la república. “¿Está
loco..?” se preguntaría Jorge Rodríguez el único experto real en materia
electoral que existe en el PSUV. El mismo que engatusó a Salas Feo cuando le
confiscó las boletas en Valencia prometiéndole abrir las urnas en Caracas para
luego incumplir su oferta y ratificar a Acosta Carles como gobernador. Y menos
aún resulta complicado presumir la paliza verbal que le propinaron a Maduro
conminándolo a
devolverse en su oferta y mantenerse firme en el conteo que hizo el CNE. Bastante trabajo le costó a Jorge Rodríguez alterar los resultados para que ahora un candoroso Maduro creyera que realmente había logrado más votos que Henrique Capriles. Lo que (tal vez) no imaginaron nunca Rodríguez y Cabello fue que Capriles tuviera el liderazgo para convocar al país a acompañarlo en su reclamo. Y menos que ese reclamo traspasara las fronteras venezolanas, condicionara la relación con Estados Unidos, España, la Unión Europea y a esperar los etcéteras. Que ese liderazgo impulsara la sorpresiva adhesión de Venevisión y Televen. Que ese liderazgo afectara al precio del petróleo, tumbara la cotización de bonos y otros papeles emitidos por nuestro país y ocasionara tantos disturbios como jamás el chavismo había sufrido. Y para colmo que compulsara a Diosdado a esgrimir su talante dictatorial.
devolverse en su oferta y mantenerse firme en el conteo que hizo el CNE. Bastante trabajo le costó a Jorge Rodríguez alterar los resultados para que ahora un candoroso Maduro creyera que realmente había logrado más votos que Henrique Capriles. Lo que (tal vez) no imaginaron nunca Rodríguez y Cabello fue que Capriles tuviera el liderazgo para convocar al país a acompañarlo en su reclamo. Y menos que ese reclamo traspasara las fronteras venezolanas, condicionara la relación con Estados Unidos, España, la Unión Europea y a esperar los etcéteras. Que ese liderazgo impulsara la sorpresiva adhesión de Venevisión y Televen. Que ese liderazgo afectara al precio del petróleo, tumbara la cotización de bonos y otros papeles emitidos por nuestro país y ocasionara tantos disturbios como jamás el chavismo había sufrido. Y para colmo que compulsara a Diosdado a esgrimir su talante dictatorial.
EL
ÚLTIMO MOHICANO
Así se
denominó un film de hace varias décadas donde el jefe guerrero de la tribu
fracasó
en su intento por unificar las diversas facciones de los aborígenes que
vivían en tierras de lo que hoy es Estados Unidos. ¿Se debió permitir que
mohicanos, apaches y demás tribus guerreras mantuvieran la posesión y propiedad
de aquél inmenso territorio en desmedro de lo que luego aconteció? Sonaría muy
romántica esta propuesta. Pero ello no justifica el genocidio ocurrido ni el acorralamiento
que se acordó para “preservar la especie”. Hacemos la acotación porque vemos en
Nicolás Maduro al último mohicano del chavismo, no por las dotes de valentía
que siempre acompañaron a los caciques norteños, sino por la miopía política de
ambos (junto a una aguda dosis de amigdalitis en el aborigen caraqueño). A
partir de hoy se inicia en la interioridad del PSUV la pelea por la nominación
de ese partido para las elecciones presidenciales del 2018. Maduro deberá ceder
la augusta banda el 10 de enero del 2019, si a Luisa Estela no se le ocurre
otro desaguisado. En el mientras-tanto ocurrirá la confrontación que cegará
toda nueva oportunidad a la revolución bolivariana porque nadie percibe a
Maduro tan desprendido como para “compartir” la merienda de Chávez. Y menos aún
es perceptible Diosdado esperando seis años más después del 2019. Alguien
pensará que con el poder (ejecutivo) puede lograrse todo, pero no en un
escenario como el actual chavismo. Las aguas desbordarán las represas y como
resultado de los seis años de gestión de Nicolás Maduro, no quedará piedra
sobre piedra en el entarimado social (y votante) del país. Divididos no van
pal´baile.
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