Sin proponérselo, Henrique Capriles
está liderando una jornada histórica para el país. Los hechos de Puerto Cabello
ayer parecen surgidos de una novela pero fueron reales. Solo gracias al afecto
que se siente por los Salas en su lar nativo, los pescadores porteños abrieron
la brecha que jamás imaginó la confabulación chavista para impedir el paso a
Capriles hasta esa ciudad, apelando los rojos al poder que les ofrece manejar
un gobierno cada vez más desquiciado. Extraña tanta angustia en el sector
oficialista cuando el Presidente repite cada vez que puede, tal vez para
creérselo él mismo, que su ventaja sobre Capriles es inconjurable. Si así
fuera, carecen del más mínimo sentido los hechos de La Pastora y de Puerto
Cabello. La realidad parece ser distinta. Debe uno pensar, sin ánimos de
triunfalismo, que los guarismos en la Sala Situacional no cuadran.
Que hay una inmensa posibilidad de éxito en la propuesta opositora. Y que por primera
vez en catorce años Chávez luce acorralado. Nos atreveríamos a decir que su
preocupación no es tanto por la derrota electoral sino por lo que acarrea el
conocimiento sobre lo que se hizo con tanto dinero. Su plana mayor tendrá que
huir o vestirse de naranja. Solo en esta campaña el gasto que sufraga PDVSA es
de tal magnitud, que al atribuirse a programas sociales, el disfraz duplica la
inversión de la industria en refinerías. Por eso los fantasmas del mañana
asustan.
¿EL “NUEVO”
DAVID”?
Cuando De Lima llegó a este estado
hacían vida política los mismos actores de la hoy. Poca gente departió con
quien sorpresivamente sería gobernador, pero De Lima fue haciéndose un nombre
que lo llevó a ser diputado regional con el MAS y uno de los jerarcas de esa
organización hoy tan de capa caída. De Lima cuadró con Chávez quien olfateó el
valor político de quien sería su gobernador en Anzoátegui, aunque vapuleado por
el MVR (ahora PSUV) porque no era de factoría propia; y por la oposición porque
tenía el apoyo de Chávez. En un momento que creyó oportuno David se le volteó a
Chávez recibiendo el aplauso opositor. El resto es historia. Cabe preguntarse,
¿no conocían los jefes opositores de la astucia política de David o se
pretendía aplastarlo? Si fuera un cero a la izquierda como en cierta ocasión
dijera un connotado dirigente local, a qué preocuparse ante la argucia
desestabilizadora de De Lima ignorada por Chávez hasta que se hizo pública. El
presidente no es hombre de perdonar tan fácilmente.
Pregúntesele a Arias
Cárdenas cuánto tuvo que hincarse. Y a Yoel Acosta Chirinos, aún sin el placet
requerido. Pero el “aporte” de De Lima, suficiente para Chávez, nunca fue
apreciado por la oposición. ¿Aspiraban que David siguiera en el ghetto? Sin
falsos pudores, cualquiera en similar situación y con la habilidad política de
De Lima no lo habría pensado dos veces. ¿O sí?