José Ángel Borrego.- Hemos escuchado del gobernador
Aristóbulo Istúriz su intención de convertir a Anzoátegui en “estado
turístico”. Loable pretensión. Es más, la creemos que factible por donde se le
mire. O mejor, por donde la escudriñe cualquier persona con par de dedos de
frente. El problema se presenta cuando quienes han sido comisionados para
concretar le pretensión, personeros del poco productivo entorno, tienen la
frente peluda y no pueden cocinar ideas por elementales que fueren. Entonces
ocurre lo que hemos visto en estos últimos 15 años y que no requiere de lupas
para apreciarlo. Un estado Anzoátegui, anteriormente ícono turístico del país
con alguna referencia internacional, hoy convertido por obra y gracia de
políticas de esterilización cerebral en un erial mísero en turismo y en muchas
otras metas que comentaremos. Una amiga que recibe “Utopías” en Valera recuerda
que visitó Puerto La Cruz por penúltima vez en agosto de 1987 y se llevó la
mejor impresión, pero estuvo en diciembre del año pasado arrepentida de haber
vuelto. No es que exista intención por destruirlo todo en algún funcionario
avieso. Es más simple. No existe suficiente materia gris ni siquiera para eso,
mucho menos para construir. Son loables las intenciones del profesor Istúriz el
problema radica en aquél viejo dicho tan popular: “¿Con que trasero se sienta la cucaracha?”.