Según una reciente encuesta que probablemente aparezca publicada, la oposición en Anzoátegui no hace roncha con sus tres optantes. No es que hagamos el juego al chavismo pero creemos conveniente que se revise, o las candidaturas en liza, o las campañas de las mismas, porque no es el hecho de que alguna logre el éxito, deba ser apoyada por las demás y el mandado está hecho, sino que tiene que sembrarse una doble emoción en el elector.
Primero, por su futuro gobernador y luego el impulso máximo necesario para aportar la cuota requerida de votos al candidato presidencial. En el caso del chavismo no existe ese problema. En el PSUV no habrá escogencia por la base de sus abanderados a la gobernación sino que serán designados por el Presidente, de manera que no es necesaria la expectativa. Y es probable que el candidato sea el actual gobernador y será su obra la que se juzgue. Pero más allá de eso, es imprescindible motivar, en especial a los sectores NI-NI y “Light” para que se sientan atraídos por las opciones opositoras. En el oficialismo todo se resume a Chávez y su enfermedad. Los problemas fueron engavetados de manera indefinida. Pareciera que quienes hemos vivido más años en el cotarro político nos perdimos algún capítulo de la trama, porque el intelecto comunicacional persuasivo no aparece por ninguna parte lo que nos obliga a preguntarnos si es que se ha hecho inútil. Las intervenciones de los actores del escenario electoral parecen extraídas de un closet periclitado y declinante. No hay propuestas interesantes.
Antes podía ser provechosa para el partido gobernante que siempre dispone de mayor movilidad utilizando recursos ilegítimos, pero en las condiciones actuales no es posible determinar a quién beneficia porque los indicadores de opinión reflejan mucha decepción en los sectores que más votan. De manera que corren o se encarama uno arriba del otro. Quizás la presencia de Pablo Pérez motorice los ánimos tan alicaídos.
Tomado de la mesa de trabajo
del periodista
José Angel Borrego